Triste es robar pero más triste es lo que te cuento hoy

Prepárate para llorar.

Paco y Marco Antonio eran vendendedores de una empresa que me contrató para mejorar sus ventas.

En uno de mis primeros días acompañé a Marco Antonio a una reunión con un cliente.

Marco Antonio me advirtió de que la cosa estaba malita. Les habían puesto unos objetivos inalcanzables. Trabajaba 12 horas al día y ni así llegaba.

Empieza la reunión.

Dos horas y media de presentación.

Cliente en muerte cerebral y yo pensando que no cobraba suficiente.

—«¿Cómo crees que ha ido la cosa?»

—«Bastante bien. De hecho no han preguntado nada.»

Lo más triste no es que Marco Antonio hubiera perdido la venta…

…ni que fuera por su culpa…

…ni que este mes tampoco fuera a llegar a objetivos…

…ni que tuviera un pie en la calle…

…ni que tuviera 57 años y llevara 40 vendiendo…

…y ni siquiera, fíjate lo que te digo, que no se diera cuenta de nada de eso.

Lo triste es que cuando le pregunté que por qué había contado tantas cosas que nadie le había preguntado me contestó que «Cuando alguien te va a dar su dinero, que lo sepa todo me parece lo mínimo.»

Y la cosa se convierte en deprimente cuando le pregunté que por qué, dado que vendía tan poco, no copiaba a Paco, que presentaba en 5 minutos.

Su respuesta fue que «no le parecía educado» y que «cada maestrillo tiene su librillo.»

Uf.

Marco Antonio pensaba que estaba en un concurso de galantería.

Esa misma tarde quedé con Paco.

«Este trabajo es demasiado fácil. No se lo digas a nadie, pero trabajamos 3–4 horas al día.»

Paco tenía 13 años menos que Marco Antonio, biológicos, porque en años de vendedor tenía 349 más.

Paco había estudiado, hecho y probado las cosas precisas que le habían hecho avanzar más rápido que sus compañeros.

De eso te hablo en el newsletter.

De pasar el día haciendo propuestas a tener más oportunidades de las que puedes abordar en un tiempo récord.

Te apuntas aquí abajo: