Ando buscando casa en un lejano lugar.
Muy lejano y muy secreto.
En los últimos días he conocido a muchos agentes inmobiliarios, que es la forma que tienen de dignificar la profesión quienes se dedican a la venta de hogares.
Ya sabes, vendedor es chabacano, barriobajero. Llámate como quieras, pero nunca vendedor, por favor.
– Estaba la que se negó a enseñarme la casa antes de hacerme una presentación de 20 minutos acerca de la constructora.
– La que me intentó convencer de que piso mejor que casa.
– El que me contó la vida del propietario anterior.
– La que me dijo que la casa que me había enseñado otra agente olía mal.
– La que me explicó por qué, esa casa en el fin del mundo, en realidad estaba cerca de todo.
– El que opionaba que una cocina no necesita armarios.
– La que me contó por qué un sótano sin ventanas era el lugar ideal para hacer un cuarto de juegos para mis hijos.
– No faltó el que dejo caer que si no me daba prisa que me la iban a quitar.
– Y la que me tuvo 40 minutos al teléfono. Rapport lo llaman.
Había otro más. El tipo que había vendido 37 unidades en el último mes, dato que no me contó y del que me enteré de una forma casual que no viene a cuento explicar ahora.
Este tipo hacía o tenía algo diferente.
Si preguntas a los otros agentes te lo dirán claro:
- Mejores leads
- Mejor producto
- Mejor precio
- Contactos
- Suerte, mucha suerte
Si me preguntas a mí te diré que empezó contándome las peores cosas de la casa, que cuando puse una objeción me dijo «es cierto» o «lo entiendo» y que cuando acabamos no se despidió con «en cuanto me salga algo que te encaje te llamo.»
Pero qué coño sé yo. Seguramente nada de eso tenga nada que ver y todo sea cosa de los leads. Te cuento más en el newsletter: