Quienes llegaron a adulto sin ver el capítulo de Barrio Sésamo que explicaba la diferencia entre «cerca» y «lejos» hoy lo están pasando fatal. Imagínate.
Peor aun es que los guionistas de la rana Gustavo no escribieran un capítulo explicando la diferencia entre «hipótesis» y «realidad».
Por culpa de esa decisión, millones adultos hoy llevan una vida de fracaso y frustración.
Porque no entender la diferencia entre hipótesis y realidad significa no entender que una cosa es cómo les gustaría que fuesen las cosas, y otra, cómo son.
Lo que suponen que pasará, y lo que pasa.
Lo que parece lógico, y lo que es.
Lo que la gente dice que hace, y lo que en realidad hace.
Y entonces ofrecen soluciones integrales, como los cereales.
Y bajan su precio cuando les piden una rebaja.
Y dan cosas gratis. Y de cuanto más valor, mejor.
También les gusta elaborar propuestas larguísimas.
Otra cosa que hacen quienes son incapaces de diferenciar hipótesis y realidad es contestar lo más rápido posible, y punto por punto, cuando un cliente potencial les pregunta algo.
Y jamás reconocen que no tienen la respuesta a una pregunta.
Normal. Todo eso parece bastante lógico.
Así que cuando no funciona dicen que el mercado no está preparado. O que el cliente no sabe apreciar la calidad. Que solo le importa el precio. O que es gilipollas.
Y lo único que pasa es que nadie les ha dicho que una cosa son las hipótesis.
Y otra, la realidad.
Y que hay dos tipos de personas: los que tratan de entenderla, y los que se limitan a navegar en ella.
Los primeros son científicos y académicos. Los segundos, vendedores, y ganan mucho más que los primeros.
Llevo años impartiendo formación a equipos de ventas de algunas de las empresas que más facturan del mundo.
Y envío un newsletter todos los días con un consejo nuevo de ventas.
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