Nuestra generación mira a la anterior extrañada de que trabajaran toda la vida en una misma empresa.
No solo no lo ven como una ventaja sino que no les gusta. Ven reducida su libertad y posibilidades de crecimiento.
La siguiente nos mirará a nosotros diciendo «¿De verdad trabajábais por cuenta ajena?», «¿Y con un contrato laboral?», y tendrán exactamente los mismos motivos.
Sé que me van a llover los insultos por esto, pero de pocas cosas estoy más seguro de que el mercado laboral acabará compuesto, mayoritariamente, por profesionales liberales que se prestarán los servicios unos a otros.
Eso a lo que ahora políticos y sindicatos llaman «precariedad» sonará arcaico y veremos lo contrario como esclavizante.
Protecciones laborales como la indemnización por despido nos parecerán limitantes para nuestro desarrollo profesional.
Aunque a muchos les resulte difícil de entender, las ventajas de un modelo así superan con creces a sus desventajas.
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