«La palabra escrita es la fuerza más poderosa del universo.»
Poca gente en la historia de la humanidad, probablemente nadie, ha vendido más a través de la palabra escrita que Gary Halbert, el hombre que pronunció esa frase.
Ahora te voy a compartir una reflexión de ese hombre…
Escribe una carta.
Escribe una web.
Escribe un email.
Escribe un anuncio.
Un guion.
Una propuesta.
Una presentación.
O un discurso.
O el texto de una pancarta si lo prefieres.
O un panfleto.
¿Qué demonios? No tienes ni que escribir. Mantén una conversación.
Ahora deja que tu competidor hago lo mismo. Que escriba o haga cualquiera de esas cosas.
¿Cuál será la diferencia en el coste del papel?
Te lo digo yo: ninguna.
¿Y en el coste de la tinta?
Cero.
¿En el hosting?
Prácticamente nada.
¿En el envío?
Misma respuesta.
¿Y en la energía, el tiempo, el desplazamiento, el café, el coste por clic o lo que sea que necesitas para trasladar tu mensaje?
Zero, zip, zilch, nada.
Y aún así, habiendo hecho algo aparentemente idéntico, el que escuche la lección que publicaré el lunes hará saltar las lágrimas del receptor, conseguirá cerrar un trato y dejará su marca personal tatuada en la mente de aquellos con los que se cruce.
El otro se irá a casa diciendo que la economía está muy malita.
Y toda esa diferencia –esa enorme diferencia, que sumada día tras día es la diferencia entre una vida anodina y una vida de holgura y giros de guion llenos de buenas noticias– la marcan la elección de unas palabras.
¿Qué te estaba contando?
Ah sí, que no existe en el universo fuerza más poderosa que la de las palabras.
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