Hay gente que confían en la demás gente y luego están los que venden.
Cuando eres confiado escuchas muchas cosas como:
- Estamos contentos con lo que tenemos
- Suena interesante, mándame más información
- No hemos tenido tiempo de mirarlo
- El lunes te digo algo
- Te tendremos en cuenta en el futuro
A los que aceptan eso como parte inseparable de la venta siempre les explico por qué echamos cloro en las piscinas.
Hace cien años algunos padres tenían pánico a que sus hijos se bañaran en piscinas públicas. Existía la leyenda urbana de que te podías infectar de polio.
Tiempo después se descubrió que la polio se contagia por el contacto entre boca y heces.
Ooooh… yeah.
Resulta que no todo el mundo se lava como es debido. Entonces el cloro se hizo obligatorio.
Entonces, vamos a ver.
Para.
Piénsalo.
Si no puedes confiar en que la gente se frote cómo vas confiar en que:
- Presten atención al rollo que les sueltas
- Lo analicen y sopesen
- Lo valoren y lleguen a la conclusión de que les resulta rentable
- Te llamen de vuelta para darte su bien más preciado
Entonces, dos cosas:
- Primero, cada mañana, en cuanto te levantes, da gracias a los desconfianzos. Ya sabes, por estar sano.
- Segundo, tengo un newsletter. Es para vender, pero para vender a placer. No para despachar ni para vender por fuerza bruta, nada de eso.
Y nada de lo que cuento en él tiene que ver con hablar más, hacer presentaciones o mejorar tu producto.
Solo con planificar.
Con dejarlo todo perfectamente colocado para que que si al cliente le resulta útil lo que vendes solo pueda decir «Dámelo todo y dámelo ya.»
Te apuntas aquí: