«El dinero no cambia a las personas, simplemente revela quienes son realmente.»
—Henry Ford.
El otro día alguien preguntaba en twitter: «¿A qué te dedicarías si el dinero no fuera problema?»
Una respuesta se repetía más que el resto, tenía dos partes.
La primera: «A montar un negocio sin la presión del dinero.»
La segunda: «A ayudar.»
Ya sabes, buenas acciones. Albergues de perros, de gatos, de escarabajos peloteros.
Por acoger a niños huérfanos no le daba a nadie. Aunque si les iban a enseñar a montar negocios sin la presión del dinero, casi mejor así.
Dos partes requieren dos respuestas, así que dos cosas te voy a decir.
Dos cosas que no molan nada.
Cosa número uno.
Tener dinero no hace que los días tengan 72 horas, ni da más energía, ni convierte a quien lo tiene en más generoso.
Cosa número dos.
Un negocio sin la presión del dinero no es un negocio, es un juego. Un juego en el que en un equipo juegan los fundadores y en el otro un acreedor concursal.
Y un vendedor sin la presión del dinero tampoco es un vendedor, es un juglar.
Con el dinero y la preocupación por el dinero ocurre una paradoja.
Y es que es imposible acumular suficiente dinero como para que el dinero no sea un problema si lo que más cachondo te pone del mundo es que el dinero no sea un problema.
Porque eso significa que lo deseas mucho pero no te gusta tanto.
Y las cosas llegan más fácil cuando te gustan pero no las deseas demasiado.
Es como ligar.
Que te guste alguien, bien. Desearlo no, que proyectas.
El dinero te tiene que importar.
Tienes que tener claro que no teine nada de malo, al revés, que es muy bueno. Esto puede parecer obvio pero no lo es.
Te tiene que gustar.
Y te tiene que motivar, que no es lo mismo que gustar.
Pero ojo con desearlo. Cuando deseas proyectas necesidad.
Y cuando proyectas necesidad, transmites algo. Algo aparentemente imperceptible pero muy real. Algo que desploma la confianza de los demás y que hace que te hagan todo tipo de preguntas en lugar de darte su dinero.
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