Este artículo debería ser de pago

«¿Sabes qué es lo más raro? Que día a día nada parece cambiar, pero muy pronto, de repente, todo es diferente.» —Bill Watterson

Mira, muchos atletas de élite sacrifican su juventud para mejorar unas décimas su marca y total, ¿para qué?

Para quince años después acabar protagonizando algún Informe Semanal en el que cuentan cómo se han adaptado a su nueva vida como camareros o reponedores de almacén en cualquier polígono industrial de extrarradio. Los casos son muchos y concretos, pero tampoco pretendo hacer sangre de nadie.

Mientras tanto, gente como Josef Ajram o David Meca (si no sabes de quién te hablo, puede resultarte útil buscarlos) ganan con el deporte más que cualquiera de esos atletas y durante muchos años después de haber superado su plenitud física.

¿Por qué? Porque nunca compiten contra otros.

Fíjate bien, sus retos nunca tienen otros participantes. Ese es su secreto. Cuando solo compites contra ti mismo no puedes perder y tu carrera profesional no caduca.

La única fórmula infalible para no perder es no competir.

No compitas, esa es la idea que te quiero transmitir hoy.

Una marca personal fuerte te convierte en una categoría de producto propia. No hay dos como tú ahí fuera.

Esto de no competir es especialmente relevante para alguien que busca trabajo o que trabaja por cuenta ajena. Porque cuando se compite contra cientos de currículums la suerte juega un papel demasiado importante, mucho más de lo que es deseable.

Lo mismo aplica a quien tiene una empresa en un mercado muy saturado.

Newsletter. Consejos de venta que no verás en ninguna otra parte. Te apuntas abajo.