Metedura de pata que me perseguirá toda la vida.

Esto ocurrió en la boda de un empleado.

Después de un rato, mi empleado me presentó ante varios familiares que empezaron a hablarme como si fuera el Padrino. En cierto momento me pillaron por banda dos señoras que se pusieron a contarme lo trabajador y listo que es este chico.

Bien, bien.

Yo les daba la razón, y claro, aquello se hacía cada vez más grande.

Todo bien.

En cierto momento, vino el novio y me sacó de allí, quería presentarme a unos amigos. Me despedí diciendo que su nieto era un semi-dios.

Guay.

«¿Qué tal mi madre y mi suegra? ¿que te contaban?»

¿Sabes el idiota que golpea tan mal la bola de billar que sale de la mesa y va rebotando por todos sitios, armando tremendo estruendo?

Así andaban mis pelotas por el suelo del restaurante.

Se congeló el tiempo a mi alrededor y todo.

Y lo había conseguido yo solito, sin ayuda de nadie.

Muy típica la manía que tiene nuestra bocaza de meternos en embrollos.

Si mi colega no me hubiese dicho que esas eran su madre y su suegra, y no sus abuelas, nunca me habría dado cuenta. Debe ser por eso que los vendedores siguen diciendo un montón de frases que les hacen perder ventas…

pero (como en «El precio es X pero ten en cuenta que…»)

disculpa… (como en «Disculpa si te pillo ocupado»)

gracias… (como en «Gracias por tu tiempo»)

por favor… (como en «¿Me concederías 5 minutos, por favor?»)

lo siento… (como en «Siento que no podamos trabajar juntos»)

Se habla mucho de resolver objeciones (lo cual está mal), rebatirlas (lo cual es peor) pero nada de evitarlas, que es lo primero y fundamental que nos debe preocupar.

Porque la mayoría de objeciones las creamos nosotros cuando hablamos, y si no viene alguien a decírnoslo, ni nos enteramos.

Por eso, tengo un newsletter, donde recibirás en tu bandeja de entrada, consejos de venta que no verás en ninguna otra parte. Entre ellos, cómo resolver objeciones.

Así que deja de perder pasta y apúntate abajo.