Ayer me escribió un suscriptor. Resumo su mensaje:
Hoy le envié un correo a una compañera de trabajo con el asunto «Sorpresita»…
Se levantó rápidamente y dijo… «¿Qué es?»
Así, medio en silencio.
Le comenté que era un recomendación de envío que estaba probando y me dijo que porque me conocía, que si no le parecería sospechoso y no lo leería.
Mi pregunta es… ¿consideras apropiado un asunto así para alguien que no te conoce?
Ufff.
Me encantan estas historias. Me dan miedo en la misma medida que me ponen cachondo.
No solo demuestran lo manipulable que es la gente, sino lo poco conscientes que son de ellos. Incluso cuánto se esfuerzan en convencerse de que eso no es así. No me extraña que no enseñen ventas en el colegio.
Esta fue mi respuesta:
jajajajaja, qué bueno.
Por cosas como estas siempre digo que lo que hay que hacer es, no escuchar a los clientes, sino observarlos.
Fíjate la diferencia entre lo que la gente dice y lo que la gente hace.
Escúchalos y te dirán que quieren estar en forma. Obsérvalos y descubrirás que las dietas milagro venden el doble que los gimnasios.
Escúchalos y te dirán que ese asunto de email no les gusta. Obsérvalos y verás como se levantan de la silla en cuanto lo reciben.
Todo lo que tenía que decir tu compañera lo dijo con su reacción, y con su voz simplemente expresó la molestia que produce que una simple palabra sea capaz de manipular su estado de ánimo de una forma tan brutal.
Ese asunto funciona para conseguir aperturas, eso ha quedado demostrado. Ahora hay que conseguir lectura y respuesta, y esa es otra batalla.
Lo que tienes que hacer ahora, sea un desconocido o tu mejor amigo, es encontrar un mensaje tal que agarre por las pelotas al lector. Con amor, pero de las pelotas, y le arrastre a donde tú quieras hasta el punto que el otro diga, «Dame más, cabrón.»
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