Mi vecino experimentó el mayor temor de un padre ayer cuando bajó al contenedor de papel con su hija de 7 años y unos chicos un poco mayores se quedaron mirándola.
Aunque sabes que es algo que te puede pasar, esperas que no ocurra antes de los 30. Por lo menos con la mía va a ser así.
No sé si lo peor es eso o que su hija se diera cuenta.
Sé que se dio cuenta porque me crucé con ellos cuando entraban en el portal y la niña me contó que «esos chicos», señalando a los chavales del contenedor, «se querían casar con ella».
Esas fueron sus palabras.
Supongo que si eres hombre esto contesta de una vez por todas y sin ningún género de dudas a si todas esas chicas con las que te cruzaste y a las que no te atreviste a decirles nada se dieron cuenta de que te gustaban.
La respuesta es que sí, que lo sabían todas porque llevaban entrenando desde los 7 años.
A lo que vamos, que son las ventas.
Si una niña de 7 años es capaz de detectar las intenciones de otro chaval por una mirada, ¿qué crees que percibe alguien que lleva toda la vida comprando cuando tienes ganas de vender?
Que estás en celo.
Pasa cuando explicas.
Cuando te comparas.
Cuando negocias.
Cuando regalas, o simplemente, cuando rebajas.
Cuando adulas.
Cuando resuelves, especialmente si eres rápido.
Cuando insistes.
Cuando ríes. Uf, cuando ríes.
Cuando no vas al grano.
Cuando interrumpes.
Cuando aconsejas.
Cuando te mueves.
Cuando te atascas.
Y cuando hablas. Especialmente cuando hablas.
Cuando estás haciendo cualquiera de esas cosas lo que estás diciendo es que estás en celo.
Tan cachondo y necesitado que harás lo que haga falta por cumplir tu objetivo.
¿Y sabes cuánto ligan los que necesitan ligar? Exactamente lo mismo que venden los que necesitan vender.
Para ligar sin que parezca que ligas, o vender sin que parezca que vendas tengo un newsletter, donde todos los días te doy un consejo de ventas que no verás en ningúna otra parte, jamás. Te apuntas abajo.