Me temía que pasaría esto

En el post de ayer hablé de dinero. Y aunque lo hice de forma bastante aséptica, sabía que pisaba cáscaras de huevo.

En concreto expliqué la miopía económica. Ese mal que hace pensar a quienes lo sufren que pueden dar la vuelta al mundo a la pata coja.

En el artículo, avisaba de que habría unos a los que les gustaría mucho y otros a los que les enfadaría.

Siempre que hablo de dinero lanzo ese aviso. A algunos, muchos más de los que imaginarías, el dinero les da tanto miedo que su mera mención les produce ansiedad, les irrita y acaban por cabrearse.

Algunas de las respuestas que recibí por mail:

«Se me enamora el alma.» —Pilar.

«Esto me ha encantado especialmente.» —Fernando.

«Menuda joyita el de hoy, Don Luis. Me quito el sombrero y te tiro los tejos.» —Nudista Investor.

«Pensé que sacaría algún beneficio de seguir su boletín de información diaria. Me equivocaba.

En dos correos ha intentado sacarme ochocientos euros por dos cursos que, doy por hecho, no merecen la pena y son injustificada y extremadamente caros.

Además, cuatrocientos euros por un curso que solo voy a poder disfrutar durante un año. Guau. No. Definitivamente no.

Le deseo todo lo mejor.»

—Un señor.

¿Cuál es la moraleja de esta historia?

Hay dos:

La primera es que da igual lo que hagas, alguien se ofenderá. Alguien que ni siquiera ha leído todo el mensaje o no lo ha entendido.

Dado que eso es así, más te vale empujar las fronteras de la tranquilidad y agitar un poco el avispero. Así por lo menos te recordarán.

La segunda la hemos comentado alguna vez.

Hay gente que no vería una lección de ventas aunque la tuviera delante de sus narices.

Prefien un vendedor académico, alguien que no les venda.

Es más, alguien que no venda nunca, pero que conozca toda la teoría. Que no la ponga en práctica, pero que la recite de memoria.

Te lo he dicho una vez, y te lo volveré a decir.

Y te lo diré 365 días al año porque eso es lo mejor que puedo por alguien que no tiene problemas de estabilidad emocional.

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