Tremenda lección de ventas al final de este post. Pero primero, otra cosa.
Una paradoja.
Ya van varios que me escriben para preguntar si en la mentoría resolvería tal o cual duda.
Pero claro, como no son parte de la mentoría, no les respondo.
He ahí la paradoja.
Lo de no responder a los de fuera es porque hacer otra cosa sería una falta de respeto a los de dentro.
Lo que sí te puedo decir es que el título de este post es algo que me escribió ayer una conocida persona que está dentro de la mentoría. Y continuaba…
A partir de ahí, todo lo que me has dicho me parece que tiene mucho sentido y voy a hacerlo.
Llevamos 3 días.
«Ya siento que he amortizado la inversión de este mes con esa respuesta. El primer día de membresía!»
Eso me lo dijo Jorge, otro de dentro.
«Literalmente una respuesta así podría cubrir el precio de la mentoria»
Esa es de Luciano.
Hay más, pero ni de coña puedo incluirlos todos.
3 días.
Que lo mismo me los invento. O lo mismo lo del soporte ilimitado no era broma.
Ahora, la lección.
Tras leer este post puedes pensar una de dos cosas.
La primera de esas dos cosas es que mi abuela no me quiere.
Y que qué hago vendiéndote sin reparo ni excusa, que para eso no has venido aquí.
La otra cosa que podrías pensar es bastante más interesante.
Pensar esa cosa requiere, no obstante, saber leer por detrás de las palabras. Y eso no es algo al alcance de cualquiera.
Leer por detrás de las palabras es darse cuenta de que lo que te estoy diciendo con este post es que cuando un cliente potencial te pregunta algo que ya has resuelto antes…
…lo que esa persona realmente está diciendo –gritando– es…
No pares…
Que estoy a punto…
Y que cuando te ves ante esa situación, ante una pregunta obvia…
…si abres la boca acabarás en casa diciéndole a las paredes que tu cliente es diferente o que es imposible follar en la primera cita.
Te apuntas al newsletter aquí: