Y me ha dicho que tienes el sí, que pa’lante con la oferta, que quiere empezar a trabajar ya.
Que le pases la factura, que te acaba de ingresar 1000 € en concepto de comisión por lo bien que lo has hecho.
Hablamos de 1000 € limpios de polvo y paja, pero que si no sabe nada de ti en breve pedirá al banco que le devuelva la transferencia.
Espera tu llamada.
No tu email, no tu whatsapp, no tu mensaje de linkedin. Que eso igual luego, para mantener la relación. Pero que de momento le llames y le pongas el contrato encima de la mesa, que quiere que te quedes con esos putos 1000 €.
Que son tuyos, pero no es un regalo. Que le viene muy bien lo que le ofreces, le facilita la vida y además le gustas.
Que te quiere coño. Te quiere a ti, quiere tu producto y quiere a tu empresa.
Esto que te cuento es totalmente cierto.
Lo mismo piensas que te estoy vacilando, que no me ha contactado nadie.
Si yo fuera un puto cobarde pusilánime me diría lo mismo, es una buena forma de justificar por qué no tienes 1000 € más en tu bolsillo ahora mismo.
De apaciguar la culpabilidad de estar haciendo cualquier otra cosa.
Pero la realidad es que me ha llamado y te podría decir con nombres y apellidos quién es, qué quiere que le digas y cuál es su número de teléfono.
Pero te jodes.
Porque no lo haré.
Tendrás que llamar a 10, 100 o 1000 otras empresas para averiguarlo.
Pero te prometo que está entre ellos. Te lo aseguro.
Hazlo y verás que no te miento.
En el newsletter te cuento los pasos exactos que debes seguir para que esto de que un cliente esté nervioso por darte su sucio dinero sea algo que te ocurra cada puto día de tu maldita vida.
Y sin tener que andar llamando a 100 personas cada día, sino que te llamen ellos a ti.
Quizás pienses que esto es una flipada, que no es para ti o que solo nos ocurre a unos pocos afortunados, súper ricos, súper listos, súper trabajadores o súper hijos de un padre con una granja de unicornios.
Y si piensas así, estás en lo cierto.
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