Este artículo está inspirado en una conversación que mantuve ayer con un suscriptor llamado Pablo.
Pablo me preguntó si una empresa puede sacar partido del concepto de marca personal.
No entendí por qué me lo decía pero le dije que por supuesto. ¿Qué quieres que le diga si estoy vendiendo un curso de marca personal?
Entonces me dijo que su caso es diferente. Que en su sector se trata de empresas comprando otras empresas, porque una persona, por sí sola, no puede prestar el servicio.
Entonces ya sí le entendí y le pregunté algo que también te pregunto a ti, y es que si alguna vez te ha ocurrido que un cliente…
- quiere hablar contigo incluso de temas de los que no te encargas o…
- quiere que, además de vender, le entregues el producto o le prestes el servicio o que estés presente cuando eso suceda o…
- confía más en tu palabra que en la de un técnico o…
- te llama cuando tiene un problema pese a que sabe que debería llamar al departamento de soporte o…
- te contrata pese a que no eres el más barato del mercado o…
- te hace perder el tiempo porque le apetece charlar.
Porque si has vivido alguna de esas situaciones, y sé que es así, antes de empresas contratando a empresas, ahí, ante todo, espabila de una vez, tienes a personas comprando personas.
Aunque lo más probable es que no te hayas dado cuenta e incluso te hayas quejado. Que hayas llamado idiotas a los clientes por marearte y hacerte perder el tiempo.
Yo al menos lo he hecho.
Hasta que me di cuenta de que podía explotarlo.
Las personas somos así, inseguras. Nos gusta tener a un humano en el que poder confiar cuando se avecina algo delicado o con el que poder cabrearnos.
Se trata de que te aproveches de tu condición de humano. Ser humano es mucho más atractivo que ser vendedor o empresario, no hay comparación.
Y ahora, que tu competidor tenga trescientos millones de empleados solo será una desventaja para él.