Tras años de funcionamiento, una fábrica de jabón de manos empezó a recibir quejas de sus clientes por la cantidad de cajas que entregaba vacías, sin un jabón en su interior.
Nadie consiguió detectar la causa del reciente problema, así que se pusieron a buscar un remedio. Entre las propuestas de los ingenieros se encontraban contratar a alguien que comprobara cada caja, un sistema de rayos X o una cinta transportadora capaz de pesar cada envoltorio y descartar los más ligeros.
El fallo era inadmisible, pero el presupuesto no permitía implementar ninguna de estas soluciones.
Estando en el cuarto donde los operarios descansaban tras cada turno, un operario oyó la discusión que el director de la fábrica mantenía con su equipo de ingenieros acerca del tema y se unió al corrillo.
Espero pacientemente a que concluyeran y cuando se callaron propuso colocar un ventilador junto a la cinta transportadora.
La fuerza del aire tiraría los paquetes vacíos, descartándolos, y que luego podrían ser reintroducidos al inicio de la cadena de producción.
Todos celebraron la solución y cuando le preguntaron cómo se le había ocurrido semejante idea explicó que esa era la función del ventilador que podían observar apartado en la esquina y para el cuál habían solicitado un reemplazo hace dos meses.
Te podría contar decenas de anécdotas semejantes relacionadas con el proceso de ventas.
Ingenieros sobrecomplicando productos cuyas únicas deficiencias están en la forma en la que se venden. El problema es que si lo hiciera tendría que huir del país.
Por eso, para despacharme agusto con los ingenieros sin meterme en líos, hoy hablé con uno de ellos en Ventas y Birras, Borja Rodrigo.
Un ingeniero diferente, un ingenerio que empezó manchándose las manos para fabricar y desde hace muchos años se trabaja la venta desde el primer al último paso.
Y puedes escucharlo aquí.
Por otro lado, en el newsletter envío artículos. Sí, como este, pero la diferencia es que no los verás por aquí, nunca.
Apúntate aquí abajo, me lo agradecerás: