La única forma aceptable de presentarse ante un desconocido

El año pasado un suscriptor me contó esta historia. Y tan buena era que todavía recuerdo la historia aunque he olvidado a quien me la contó.

Si está leyendo, amigo del internet, manifiestate y te mencionaré mañana.

Estaban cuatro conferenciantes esperando que les dieran paso a una mesa redonda.

Antes de salir a escena llegó el moderador y les pidió que se presentasen entre ellos, para que supiesen con quien iban a compartir escenario.

El primero contó que tenía dos carreras y una empresa muy exitosa.

El segundo también tenía dos carreras, una empresa exitosa y un doctorado.

El siguiente tenía dos doctorados y además de muchas carreras y varias empresas exitosas había construido hospitales por toda África.

El cuarto dijo: «Hola a todos, soy Bill Gates.»

Cuando uno conoce esta historia por primera vez, dos cosas pasan por la cabeza:

  1. Jijiji, qué cabronazo…
  2. Claro, es que Bill Gates es Bill Gates.

Lo primero es correcto; lo segundo, autoengaño.

Todo el mundo puede tener una marca personal potente y negarlo es negar una realidad con la que nos golpeamos de bruces cada vez que salimos a la calle, o pisamos una oficina, o encendemos la tele, o nos metemos en internet.

Todos tenemos una marca personal, eso no es opcional y hacerla potente o no solo depende de una cosa y de una cosa solo: de si eliges trabajarla o prefieres arrastrarla como arrastra una recién casada la cola de su vestido después de las 3 de la mañana.

Absorbiendo los desperdicios de los que te pasan por encima.

O lo uno, o lo otro. No hay grises.

Ahora que tenemos confianza te diré algo. Alguro duro de aceptar.

Y es que no existe otra acción publicitaria, comercial o como quieras llamarlo, más rentable que construir una marca personal potente.

No existe.

Píensala, y si la encuentras, cuéntamela.

Simplemente no existe.

Seas empresario, trabajes por cuenta ajena o seas funcionario. Da igual.

Bastante más rentable que publicar en LinkedIn aquel cursillo que hiciste en jardín de infancia.

Más rentable que decir en tu bio de twitter cuántos hijos tienes.

Y que crear un carrusel de fotos que alternen postres con miradas perdidas en el horizonte.

Que a cada unos sus vicios, entiéndeme.

El mío es vivir de mi trabajo hasta que pueda vivir de mi marca.

Te cuento más aquí: