Contraté a un vendedor.
De esos que llaman cazadores, ya sabes, de los que salen a encontrar nuevas presas.
No sé cómo lo hacía, pero al tío se le meteía entre ceja y ceja una empresa grande, y dos días después estaba tomando café con el director general.
Y el viernes le preguntaba: «¿Cómo va esa venta?»
Y entonces: «A punto, ya mismo cerramos.»
—«¿Ya has enviado contrato?»
—«No, pero esta semana me tomo un café con él.»
3 meses y 47 cafés después, seguíamos a punto.
Y 6 meses y 182 cafés más, de caramelo.
Y 9, 12 y 15 meses. Y 389, 1943 y 109.383.123 cafés.
A punto.
Resulta que más que cazador era avistador y se estaba preparando para rodar un documental.
El cliente en su hábitat natural.
Y como sinopsis:
Le ponemos a prueba para ver cuántas conversaciones está dipuesto a mantener con alguien que le hace la pelota pero a quién no piensa comprarle nada.
Se trata de una enferemedad que asola a los vendedores.
El apuntismo.
Entonces no tenía ni idea de su existencia. Afortundamente tampoco tenía dinero, así que tuve que despedirle antes de que agotara el inventario de nespresso.
Me lo encontré años después
Seguía en contacto con uno de esos clientes.
Me dijo estaba a punto de venderle algo y te juro que no es broma.
Desde entonces empecé a pensar en cómo cazar con dron.
Y un día encontré un negocio que lo hacía a la perfección.
Lo estudié con detalle y lo copié hasta la saciedad.
Y cambió tanto mi vida que lo he compartido en el newsletter, te apuntas aquí: