Hostias inclusivas, el relato erótico del día.

Qué pinto intentando vender si en la vida he vendido nada?

¿Tiene sentido intentar mejorar en ventas cuando parto desde cero?

¿Realmente voy a ser más persuasivo si no he vendido nunca, sólo por haber hecho unos cursos?

No sé si alguna vez has sufrido una crisis existencial.

No sé si te la he provocado yo.

A un suscriptor se la provoqué el otro día y me escribió eso.

Aclararé algo…

A nadar se aprende nadando…

A vender, vendiendo…

Y a follar, follando.

Entiéndeme, puedo decirte qué tocar, qué lamer y de dónde tirar.

Qué azotar, qué arañar y qué morder.

Y la fuerza con la que debes hacer cada una de esas cosas para que no te confundan con un funcionario.

PERO. Y este es un gran pero…

No voy a azotar, arañar y morder por ti. Aunque a tu cliente le gustaría.

Y entonces la presión es fuerte. La presión por preguntar.

Y eso es un problema.

Porque cuando preguntas, lo que ocurre es que, echando la vista abajo, te dicen que quieren es delicadeza, y caricias, y romanticismo.

Y que les gusta cómo lo haces tú.

Porque, amigo, hay cosas que pierden la gracia cuando se dicen.

Entonces.

Leerme es fácil.

Que te guste lo que lees, también.

Pero aún más fácil es seguir con que tu cliente es diferente o que todos tus competidores follan igual.

Y con el «atentamente», el «te pillo ocupado» y el «gracias por tu tiempo.»

El «a dónde quieres que vayamos», el «qué te gusta que te hagan» y el «qué te parece así.»

Y mientras unos me escriban para decirme lo poco profesional que soy…

Mejor no digo lo que harán sus «clientes».

Lo que me estarán escribiendo a sus espaldas…

Y lo que harán…

Cosas tan sucias como darme su dinero.

Si eres de los primeros, efectivamente, leer no solucionará nada.

Si eres de los segundo, tu secreto está a salvo conmigo y debes apuntarte aquí: