Ayer conté la historia de la suscriptora que, cansada de su trabajo, en lugar de ponerse a buscar otro, prefirió dejarse de tonterías y encontrarlo.
Mensaje medio mal escrito, directo a unos cuantos CEOs, en 4 horas primera entrevista y en 24 cambio de trabajo.
Alguien me preguntó si actuar de manera tan arriesgada es solo para cuando no tienes nada que perder o si también recomiendo hacerlo cuando no tienes trabajo o cuando lo que quieres es contactar con la empresa de tus sueños.
Por aquello de no quemar oportunidades.
Suelo ver la misma duda en las empresas a las que enseño venta telefónica.
«Empezaremos con esta base de datos, que son los peores clientes.»
«No llamaremos a esos todavía, que son los buenos.»
«No queremos quemar oportunidades.»
Vamosavervamosavervamosaver.
Piensa… ¿cuál es la mejor oportunidad que existe para ti en el planeta tierra?
De verdad te lo pregunto. Píensalo durante un segundo. La mejor oportunidad posible.
…
¿Ya?
Bien. Ahora levanta el téléfono y llámales.
Teléfono, no email.
Y hoy mejor que mañana y esta mañana mejor que esta tarde.
¿Miles de empresas con decenas de personas haciendo cientos de llamadas cada día y piensas que tu contacto es el que van a recordar?
Permíteme descojonarme hasta que los pulmones me salgan por la boca y eso provoque mi muerte.
Siento ser yo quien te diga esto, pero si piensas así… tienes un problema de ego.
Si tuvieras la capacidad de «quemar oportunidades» multinacionales de todo el mundo harían cola para contratarte por miles de millones de euros.
Mientras llega ese momento, empieza por las mejores oportunidades.
Y tranquilo. Porque si de algo puede estar seguro.
Pero seguro, seguro, seguro.
No un poco seguro, no, sino total y absolutamente seguro…
Es de que a los cinco minutos de haberte colgado el teléfono o borrado tu email, nadie te recordará.
Y en la mayoría de la ocasiones, cuando lo hayas intentado por la vigésima vez, te preguntarán… «Oye… recuérdame… ¿qué es lo que haces exactamente?»
O si les gustas… «¿Cómo no te he conocido antes?»
Y los más atentos, exclamarán… «Qué suerte que justo me contactas hoy.»
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