Esta historia tiene dos partes.
La primera gustará a un tipo de personas, les reconfortará. En tu caso te interesa quedarte a la segunda parte.
La primera parte va así:
Hace unos días me contactó la organizadora de un concierto. Quería vender sus entradas en entradium (empresa de la que soy co-fundador).
La empresa con la que había vendido sus entradas hasta ahora había cerrado y se acordó de mí.
Se acordó porque hace 2 años vi que promocionaba su evento en redes y le escribí.
Me dijo que su evento era pequeño y nadie más le había prestado atención. Que valora mucho el trato personal, así que ahora quería trabajar conmigo y nada podía hacerle cambiar de opinión.
¿Qué quieres que te diga? Soy un romántico.
Da cariño y cercanía y no necesitarás insistir ni ser agresivo para que se acuerden de ti.
La segunda parte es que después de decirme eso me contó que necesitaba cierta personalización.
Algo que a muy pocos organizadores de eventos les preocupa pero que ella considera imprescindible.
Algo que le hubiera costado 100 €.
Digo «le hubiera» porque en cuanto se lo dije se acordó de que se había dejado el gato encendido y que tenía que darle de comer a la plancha.
Ese mismo día, más de mil clientes nos dieron su sucio dinero sin exigencias, sin peticiones extrañas y sin «estamos contentos con lo que tenemos».
En definitiva, sin objeciones.
Adivina de cuál de las dos formas de vender es la que te enseño en el newsletter.
¿Qué newsletter? El que tengo ahí colgado: