Las redes sociales empezaron a popularizarse en 2006. Entonces me resultaron indiferentes. No me molestaban y yo no les molestaba a ellas.
Tras mucho cruzarme con ellas acabé pillándoles manía.
El poder de la repetición hizo que un día me preguntara: «¿Y si son para mí?»
Al poco me podías agregar en Facebook, twitter y LinkedIn.
En 2009 Steve Jobs presentó el iPhone. No llamó mi atención.
Cuando vi uno en persona lo critiqué sin piedad. Era enorme y la batería no duraba nada, no me jodas.
Un día me pregunté, «¿Y si es para mí?»
No pasó mucho tiempo hasta que yo también tenía que cargar el teléfono cada noche.
Lo de los relojes inteligentes no lo entendí, simplemente pasé del tema.
Un día me escuché diciendo que no me gustaba la idea de recibir notifiaciones en la muñeca. Conforme acabé la frase sabía que en Apple podían ir contando con mi dinero.
Cuando lancé el curso de captación de suscriptores mucha gente me preguntó si era para ellos, así que sabía que había acertado.
Existen pocas señales de interés tan fuertes como el desagrado. Es bastante lógico si lo piensas. Y que alguien se pregunte si algo es para él se consdiera prácticamente un contrato de compraventa.
Las etapas de toda compra mínimamente trascendente son 4:
- Indiferencia
- Desagrado
- Duda
- Adquisición
Hasta aquí la lección diaria. A partir de este punto voy a intentar venderte descarada y despiadadamente el newsletter, y si sigues leyendo es casi seguro que lo consiga, así que mejor vayamos al grano y apúntate aquí abajo, que te va a encantar: