A veces colaboro con universidades y escuelas de negocio.
Eso cambió ayer.
Hasta ahora lo hacía porque me gusta, porque soy consciente del impacto que hubiera causado en mí, cuando era estudiante, que hubiese venido alguien a decirme algo diferente a:
– Pon foto en el currículum
– Haz un año de erasums, que se valora mucho
– No pongas foto en el currículum
Mi tarifa para estos casos es una décima parte de mi tarifa habitual. Cobro algo porque me parecería indecente explicar a alguien cómo ganarse la vida mientras hago gracias gratis como el mono de un zoo.
Si ya te has dado cuenta de lo triste que es que universidades y escuelas de negocios, lugares concebidos específicamente para enseñar a ganarse la vida, solo puedan atraer a los ponentes más baratos o que se sientan generosos, espera a ver lo que pasó ayer.
Estaba conversando con una universidad cuando me dijeron esto:

Te destaco lo importante:
– Las ponencias profesionales no se remuneran
– Los gastos de desplazamiento tampoco se remuneran
– Solicitamos al ponente sea inclusivo en su lenguaje y evite opiniones sobre política, sepso, religión u otros asuntos que puedan herir la sensibilidad de algún alumno
No es broma. Eso de arriba es un email enviado por una universidad y escuela de negocios privada especializada en marketing.
Que cuidado con ofender a algún alumno, no vaya a ser que aprendan algo.
Imagina pagar miles de euros a alguien que dice que va a enseñarte a ganar dinero para que te acabe dando clase un fulano que probablemente todavía viva con sus padres, que dice «todos y todas» y que no se atreve a hablar de sepso por si se ofende alguna persone con pelos en los genitales.
No sé tú, pero si yo fuera alumno me cabrearía bastante.
Esta fue mi respuesta:

Transcripción:
Atender a esas condiciones va en contra de mis principios y aceptando algo así estaría perjudicando a los alumnos, trasladándoles una idea errónea de lo que es necesario para triunfar.
También decidí que ya no volvería a colaborar con universidades ni escuelas de negocio. El mundo ha cambiado y la culpa no ha sido de la tecnología.
Tengo un newsletter.
Ahí va algo que nunca te enseñarán en una escuela de negocio: