Este post venderá más de lo normal, que ya es decir.

Se venden patucos. Sin estrenar.

Lee eso otra vez y repósalo.

Deja que te cale.

Para un segundo y vuelve a leer la primera línea, joder, que no me haces ni puto caso.

Gracias.

Era una cena entre amigos. Alguien preguntó cuál es el mínimo número de palabras necesarias para contar una historia.

La cosa acabó con 10 dólares en juego.

Una servilleta y 15 segundos después ya había ganador.

Ernest de nombre, Hemingway de apellido.

Esta anécdota cuenta con las tres características comunes a toda gran historia:

Es buena, es falsa y es (era) defendida por su protagonista como auténtica.

Incluso contaba con testigos. Otro escritor, Arthur C. Clark, decía que todavía se emocionaba cuando recordaba aquello.

5 palabras (6 en su versión original: For sale: baby shoes, never worn.)

Un problema. El primer registro de esa historia es en un periódico publicado cuando Hemingway tenía 10 años.

La historia se repite en varios sitios durante los siguientes años. En una ocasión es un carrito en lugar de patucos. El autor cuenta que cuando vio el anuncio llamó para dar su pésame.

Oh, no. Es que han sido gemelos.

Hoy te hablaré de otro número de palabras.

291.

Quédate con eso.

Es el número de palabras que necesitas para llegar al corazón de tu cliente.

Te lo demuestro en el newsletter destripando un anuncio de exactamente esa extensión.

291 palabras. Menos de las que tiene este post.

Y llorarás.

Y te daré una fórmula con la que podrás hacer llorar a tus clientes cuando quieras.

Y cuando estén a moco tendido, cerrar el trato con una justificación racional.

Da igual cómo de aburrido seas o lo que vendas.

Estas 291 palabras te desvelarán una forma de crear mensajes para tu discurso de ventas, para tu web y para tus emails, que jamás hubiera imaginado posible.

Y lo mejor de todo, el motivo por el que me gusta esta fórmula es porque es tan rematadamente simple que hasta un percebe con lesión cerebral puede aplicarla.

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