Esta mañana, como cada puta mañana, me he puesto a escribir un email.
Bien es cierto que no todas las mañanas son putas, pero esta lo es.
A mitad de la escritura me han llamado. No suelo contestar a nadie porque no tengo amigos, pero esto me interesaba, así que he contestado.
Después de eso me he despistado y 6 horas después, cuando he ido a retomar el email, el email ya no estaba ahí.
No sé a dónde carajo se ha ido ni de qué estaba hablando, solo recuerdo que era cojonudo.
De que era cojonudo no tengo duda porque lo he retomado con gran sabor de boca, y eso solo me pasa con los buenos emails.
Total, que hoy podría haberte enviado el mejor correo hasta la fecha pero en su lugar tienes esto.
Ahora que ya estamos de acuerdo en que esta mañana es puta, atiende, porque te voy a decir algo importante y solo te lo repetiré 37 veces:
Nunca mezcles laxantes con pastillas para dormir.
No es que me haya pasado. Simplemente hace años alguien me dio ese sabio consejo y he considerado que contártelo era una buena forma de compensar una puta mañana.
Hasta aquí una lección de storytelling jodidamente vendedor. El que no lo pille que acelere.
Continuamos.
Hoy no te voy a hablar del curso «Emails imposibles de ignorar» que incluye plantillas de correo y de LinkedIn y que se consigue a cambio de 5 referencias.
Y me niego a hablarte de las «5 técnicas para triunfar en el amor y en los negocios» que explica con ejemplos de distintos tipos de negocios cómo replantear el mensaje de tu web y tu mensaje comercial y que te doy si consigues 10 referencias.
Bien es cierto que podría hablarte de «Los 7 hábitos de los vendedores altamente efectivos», y de cómo casi todo el mundo odiará el 1º pero les encantará el 4º. El número 6 les romperá la cabeza y con el 7 no les quedará otro remedio que asentir mientras aprietan los dientes.
No, no te hablaré de nada de eso.
De lo que te hablaré será del amor, y de cómo, cuando lo compartes pasan cosas maravillosas.
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