Hace unas semanas hablé con Silvia Llop. Silvia cuenta a sus seguidores cómo recuperar el control de sus emociones y encontrar una pareja digna. Lo puedes ver en silviallop.com.
Silvia es uno de esos seres superiores que ha conseguido convertir su presencia en redes sociales en un negocio de más de cinco cifras mensuales.
Y para colmo, lo ha conseguido en la red de los culos en tanga con arena de playa, los abdominales de escuadra y cartabón y el Machu Picchu como imagen de fondo vital.
40 000 seguidores en instagram sin bots, sin enseñar canalillo y sin seguir a nadie.
Contar todos los detalles sería demasiado largo, pero te contaré algo que no comentamos con suficiente extensión en el bonus.
El poder del morbo.
El morbo es el motivo por el que has abierto este post.
El morbo es el motivo por el que giras la cabeza cuando, cruzando el pasillo de un hotel, pasas por delante de una habitación que tiene la puerta abierta.
El morbo es el motivo por el que leerás este post.
El morbo es un imán de atención, y también de acción, porque te deja diciendo «Dame más, cabronazo.»
Me encanta el morbo, quizás lo hayas notado.
Hay una forma muy fácil de explotar el morbo en redes que Silvia domina a la perfección:
Compartir capturas de conversaciones con clientes y clientes potenciales (con su permiso, claro).
En lugar de contar cómo solucionas tal o cual problema, o qué recomiendas en tal o cual situación, haz una captura de una conversación real y publícala.
Ese es un discurso comercial con una diferencia: la gente queire verlo y quiere más.
Simplemente porque esa no es su habitación del hotel.
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