El otro día un conocido me preguntó si tenía un descuento para el curso. «Descuento amigo», dijo. Que si yo tenía un descuento amigo.
Me dijo que él también vende algo online y que tiene un descuento para amigos.
Tengo tan olvidado cómo es eso de arrastrarse para vender que me llevó unos segundos entender de qué me estaba hablando. Con lo que yo era. La oruga mayor del reino.
Ahora pienso distinto.
Lo que pienso ahora es que vaya puta mierda de amigos si les tienes que sobornar para que te apoyen.
Si tienes un negocio y no son tus amigos los primeros que van y te tiran su sucio dinero a la cara, no questions asked, dime tú para que quieres amigos.
Vamos, no me jodas.
No voy a ser fino en este post, no sé si te había dicho.
En el proceso de compra de mi curso ni siquiera hay un sitio para introducir códigos de descuento, simplemente es imposible.
Hoy el precio del curso son 400 € y lo único que cambiará con el paso del tiempo es que ese número será más y más alto.
Ni Black Friday.
Ni cumpleaños.
Ni rebajas.
Ni liquidación.
Ni eclipses lunares.
Ni descuento amigo.
De hacer un descuento, el único descuento que haría sería el descuento enemigo, y sería del 100 %.
Toma, ahí lo tienes, gratis, para que nunca encuentres tiempo, acabes viendo el 80 % de lo que contiene, no te creas la mitad de lo que ves y olvides el resto.
Descuento amigo, lo que hay que oír.
Hasta aquí una gran lección de comercio.
Ahora atiende.
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