Si pareces hambriento, pasarás hambre.
Probablemente me has oído decir esta frase trescientos millones de veces. En realidad, como la solía decir es En ventas, si pareces hambriento pasarás hambre.
Pero esa es una distinción que me he propuesto dejar de hacer.
Vender es vivir. Si no sabes vender, es imposible que sepas vivir.
Hay muchas formas de transmitir hambre, lo importante es que se transmite muy fácilmente.
Si estás en un bar te servirá para identificar primeras citas de tinder.
Son esas con el chico que se ríe y contesta con Yo también.
Y Claro, claro.
Opino igual.
Totalmente.
El que cuenta sus méritos y anécdotas.
En ventas el hambriento tiene un tic. Es un je-je de fondo cada pocos segundos y la sonrisa permanente. Como si le hubiese dado un ictus.
El hambriento también asiente, dice ajá cada pocos segundos y pide permiso.
Permiso para hablar, para sentarse y para hacer preguntas. Pregunta si te pilla en buen momento y si tienes 5 minutos.
También da las gracias. Por tu tiempo, por la atención recibida y por que no le escupieran.
Y se disculpa. Por sus errores, por los del que tiene enfrente y por los de la humanidad.
Aguanta retrasos, insultos y preguntas absurdas. La sala de espera es su hábitat natural.
El hambre se transmite en las introducciones interminables y en las despedidas igual de interminables.
En los wasaps de 100 palabras, en los emails de 100 párrafos y en las propuestas de 100 páginas.
En los powerpoint.
En los es que el cliente lo pide, todos mis competidores lo hacen así y en los en mi sector es necesario hacerlo así.
Hambre, hambre y más hambre.
Y el hambre solo sirve para pasar más hambre.
Solo existen dos formas de no transmitir hambre:
– No tener hambre
– Que parezca que no tienes hambre
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