Cuento la verdad: Trapos sucios de mi pasado.

Durante una época tuve un programa de radio. Fue en Capital Radio, y al programa le llamé «Ventas y Birras». Lo dejé por falta de vocación, pero esa es una historia para otro momento.

Un día, un tipo al que no conocía de nada me escribió pidiendo que le invitara a un programa.

Sus redes sociales estaban muertas, su web fatalmente posicionada y ni siquiera el número de suscriptores que decía tener era una locura. Sin embargo, me pareció un cachondo, que es el requisito principal para que quiera hacer algo con alguien, así que le dije que sí.

Quedamos para dentro de unas semanas pero, en el último momento, se me cayó un invitado y le escribí para adelantar la cita. Le pareció bien, y al día siguiente se vino de Asturias a Madrid.

Así conocí a Isra Bravo.

Ningún otro programa de los cuarenta y tantos que se grabaron alcanzó más audiencia.

Como siempre pasa cuando mezclas radio y birras, acabado el programa nos quedamos hablando. Isra era de los que más pasta ganaba, pero hay más casos interesantes.

Richard Vaughan, multimillonario de 69 años, después de que le contactara me ofreció prácticamente toda su agenda.

Richard me preguntó que si sabía por qué había venido. Le dije que no. Me dijo que en la vida hay que hacer cosas diferentes, que es ahí donde surgen las oportunidades.

Javier Fernández Aguado, un tipo con dos doctorados, más de 30 libros publicados y una eminencia mundial en cuanto a liderazgo, vino al día siguiente de que se lo propusiera y me presentó a otros dos profesionales top que también vinieron al programa: Enrique Sueiro y José Aguilar.

Alfredo Urdaci, exdirector de informativos de televisión española, vino dos veces, me invitó a comer e incluso me ha presentado oportunidades de negocio.

Alguien cuyo nombre no diré, y cuyo único mérito conocido es tener 10 000 seguidores en twitter, tras recibir mi invitación contestó: «Venga, intenta convencerme.»

Un pavo que está en los púlpitos de todos los eventos de marketing, pero cuya única profesión conocida ha sido la de profesor de una escuela de negocios, me dijo que estaba demasiado liado con las clases.

Otro fulano, un consultor de ventas que pasa el día hablando de su éxito en redes sociales, me preguntó si le pagaba el viaje desde Barcelona a Madrid.

La mayoría de los fracasados intentan actuar como imaginan que actúan las personas de éxito (otros simplemente llevan la palabra fracaso tatuada en la mente y no hay nada que puedan hacer para cambiar eso). La realidad es que las personas de éxito actúan de una manera muy diferente a la que cabría esperar.

Unos pocos lo hacen de manera natural; y la mayoría, aprendida, porque es algo que se puede aprender.

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