Te cuento cuando era comunista.

En mi sitio web digo que cada semana me doy cuenta de lo idiota que era hace una semana. Así que imagina a cuánto asciende el nivel de estupidez si echo la vista atrás 12 años, que es cuando empecé.

La conclusión lógica de ese razonamiento es que en algún momento fui comunista.

Bien, bueno, vale, tranquilo, no te pongas nerviosito, pero algo de eso hay.

Por ejemplo, creía que todo el mundo tiene una inquietud natural por mejorar. Luego tuve empleados y se me curó.

También pensaba que la gente quiere el bien ajeno. Lidiar con funcionarios me quitó la tontería.

Y que si eres generoso, los demás son generosos contigo. Los morosos me pusieron en mi sitio.

Los comunistas creemos que sabemos lo que los demás quieren mejor que ellos mismos.

Semáforos con falda. Follar ante notario. Despertarnos de madrugada para poner la lavadora.

Esto también me lo corrigió un cliente, pero uno que quería pagar.

Yo vendía webs y me parecía mal cobrar por mantenimiento. Así que cuando alguien me lo pedía le decía que mejor, cuando tuviera dudas, que me llamara. Y si algo fallaba, ya lo miraríamos entonces.

Eso cambió cuando llegó Antonio el turboliberal.

—«No joder, que yo quiero pagarte.»

—«Que no, coño, que no hace falta.»

—«Que sí, joder, Luis, que me quedo más tranquilo si todos los meses te pago algo, porque sé que así me darás prioridad el día que pasé algo.»

—«Que no, coño.»

—«Que sí, joder.»

—«Que no, coño.»

—«Que sí, joder.»

—«Que no, coño.»

—«Que sí, joder y no vuelvas a decirme cómo debo gastar mi puto dinero.»

Gracias a esa frase hoy yo también soy un turboliberal y ya no me siento mal por desayunar bebés ni por ganar dinero.

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