Cosa muy curiosa que pasa cuando haces las cosas bien

Estaba viendo una entrevista a Jacque Fresco, que es algo así como el Da Vinci moderno, y le preguntan si le molesta que digan de él tal o cual cosa.

Contesta que no, que no puede permitírselo, que tiene demasiadas cosas que hacer.

Me gusta.

Me gusta, pero no me pasa.

Lo que me pasa a mí cuando me insultan es que pienso dos cosas.

La primera, que es muy curioso. Curioso que cuando te va mal nadie te insulta. Es más, hasta tienen ganas de verte y para que les digas cómo te va.

La segunda cosa que pienso es… un competidor menos.

Por competidor no me refiero a alguien que vaya a enviar un newsletter para vender cursos de ventas. O a ponerse con cualquiera de las otras cosas que hago.

Me refiero a un competidor en el sentido más amplio.

Una persona, un ser humano, un individuo menos con quien repartir el enorme, enormísimo pastel de pasta que hay ahí delante disponible para cualquiera que quiera limitarse a hacer, sin inventos, lo que funciona, es decir, a dar a los demás lo que quieren.

Y, joder, vas sumando y te das cuenta de que son muchos. Los que aun teniendo físico, abandonan la carrera.

Los que permiten que sus gustos, sus preferencias personales, se interpongan entre ellos y una vida más fácil.

Los que prefieren que les digan que le va bien a que le vaya bien si eso exige cambiar un ápice lo que han hecho hasta ahora.

Los que permiten que su ego asesine su ambición.

Y su miedo a su instinto de libertad.

Y que con tal de no someterse a juicio prefieren no presentarse.

Para todo ellos este post no tiene ningún sentido.

Ni tampoco el newsletter donde cada día envío un consejo de ventas, y al cual te puedes apuntar aquí: