Te ha pasado.
Estás en un bar. Tú solo quieres picar algo y charlar con tu amigo, pero entonces detectas a una pareja joven.
Lo haces con el oído, no con la vista.
No quieres oírles, pero no te dejan escapar. Las preguntas estúpidas son como un imán para el tímpano.
Está claro que se han conocido en Tinder y es su primera cita.
«¿Qué has estudiado?»
Superada la procesión de preguntas básicas llega el ritual. El ritual es la mejor parte.
El ritual es una tradición masculina y ancestral que consiste en que el tío cuenta su viaje al Machu Picchu.
Y lo que ha estudiado, los libros que ha leído, los países que ha visitado, el amigo famoso, el coche que tiene y lo que gana.
Y si es opositor. Si es opositor o funcionario también lo cuenta.
Existe un tipo de trastorno de la percepción que afecta a opositores y funcionarios y que les hace pensar que sus expectativas laborales son atractivas.
Y entonces siento un ardor que me empuja a levantarme, acercarme a él y susurrarle al oído el secreto mejor guardado de las ventas.
Normalmente dejo que ese ardor me consuma, pero hoy te contaré qué es lo que me gustaría decirle a ese chico.
Se trata de algo por lo que este texto ya merece la pena. Algo que cambiará tu vida y la de todos los que descubran esta técnica.
Lo que me apetece decirle a ese chico es…
Calla, cabrón.
Si esta noche quieres hacer algo diferente a acuchillarte la entrepierna, quiero decir.
Calla y escucha. Y que las pocas veces que hables sea para preguntar. Lidera con preguntas, no con afirmaciones.
Pero tampoco te desvivas. Demuestra interés con tus preguntas y desinterés con tu actitud. Un poquito, no seas gilipollas.
Y sobre todo… calla, cabrón.
Y cuando se fueran del bar le diría una última cosa para asegurarme de que acaba triunfando:
Solo existe una situación en la que tienes que hablar para seducir.
Se trata de una situación muy concreta, pero para que funcione no puedes hacerlo de cualquier forma. Tienes que seguir una estructura. Una estructura que también es muy concreta.
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